domingo, 27 de mayo de 2007

Educación: La Tensión histórica




El debate en torno a la Educación está candente, sin embargo, hay que reparar que tiene como telón de fondo una tensión histórica que pocos han evidenciado, pero todos sospechan.

Se trata de la confrontación de dos discursos ideológicos, uno de larga data y otro más reciente, que conlleva a la confrontación de dos modelos educativos. Nos referimos a la colisión entre el Estado Docente y la educación privatizada y de libre mercado, para nosotros, el “modelo pinochetista”.

El primero nació a la par de la formación de la República en el siglo XIX. El Estado Docente formó la identidad nacional y fue el principal elemento integrador para los gobiernos republicanos; una eficiente herramienta ideológica que cohesionó primero a la élite y más adelante a otros sectores sociales. Se transformó, con el correr de los años, en símbolo de la movilidad social; en él se formó a los burócratas que administraron el Estado y, más tarde, las emergentes clases medias; a principios del siglo XX, con su ampliación y modernización, fueron visibilizados los sectores populares.

El Estado Docente, desde el punto de vista institucional, estaba sustentado en un poder centralizado; un currículo laico, con medidas de selección y evaluación meritocrática; sostenido por un gremio de profesores altamente deliberante en el medio nacional y con poderosa a la hora de movilizarse para conseguir mejoras profesionales.

El Estado Docente, aunque coexistente y tolerante con un sistema privado de educación, privilegiaba la educación pública. Ésta era una estructura integrada y coherente, desde la escuela más aislada de la República hasta el aula universitaria de más excelencia del país.

Aunque en los momentos contemporáneos de la debacle de nuestra democracia, a principios de los ’70, algunos pudieron observar en las movilizaciones por la Reforma Universitaria y la participación de las Feses en la lucha ideológica, como un indicio más del caos y el desorden; no cabe duda que el Estado Docente, con todos sus mitos y símbolos de movilidad social, formaba parte del orden de las cosas entre nuestra población, siendo, además, valorado y respetado.

El intento de la Dictadura Militar, de construir todo a imagen y semejanza de sus contenidos ideológicos, tuvo una expresión precisa en el campo educacional. A contrapelo del prestigio histórico del Estado Docente, se realizaron una serie de transformaciones que intentaron erradicar la antigua institucionalidad.

Así las cosas, la centralidad de la administración educacional fue disgregada en los municipios del país. El presupuesto nacional experimentó una disminución progresiva en materia educacional. El autoritarismo fue una efectiva herramienta para disminuir el poder e influencia de los profesores, sus sueldos sufrieron un retroceso, los demás aspectos de la “carrera docente” fueron dañados con la creciente incorporación de maestros formados en instituciones sin rango universitario.

Los supuestos básicos del modelo pinochetista pueden encontrarse en el espíritu y la letra de la LOCE, promulgada el último día del Gobierno Militar. Allí se puede apreciar el privilegio de la libertad de enseñanza por sobre la calidad de la educación. Pocas precisiones y requisitos, muchos silencios y omisiones permisivas.

El modelo dictatorial está, se supone, inspirado en la competencia, la elección informada y el emprendimiento privado. A su amparo se plagó de colegios particulares, que contaban con financiamiento público. Todos ellos nacidos en medio de una reglamentación débil y flexible, que daba cuenta de un Estado debilitado, reducido a entregar vistos buenos para trámites menores y a “vigilar” la asistencia de los alumnos para pagar las subvenciones.

Uno de los mayores avances de estas políticas educacionales, así lo recuerdan majaderamente los representantes de la derecha, es la ampliación de la cobertura educacional. La incorporación de los privados a la provisión del servicio de educación, entonces, permitió suplir la falta de colegios y liceos.

Sin embargo, una lectura simple de la literatura especializada, cuestiona el juicio anterior. Especialmente respecto a la ventaja que como país tuvimos de contar con un diseño librecambista, poniéndonos en los primeros lugares de la región. En honor a la verdad, nuestra posición en las mediciones de la educación en Latino América tiene una ventaja comparativa desde hace algún tiempo, un piso de logros que ofrecía una superioridad inicial frente a naciones vecinas.

Pero, además, todos los países de la región, en la misma época en que Chile lo experimentó, registraron avances notables en cobertura educacional, incluso aquellos que “carecieron” de una política educacional similar a la legada por Pinochet.

Los Gobiernos de la Concertación intentaron remediar la situación, realizando reformas sustanciales en los presupuestos, especialmente, en cuanto a aumentos salariales de los maestros, infraestructura y, en menor grado, mejoramiento de la gestión y calidad educativa.

Cambios que soslayaron el problema de fondo: la discusión por el tipo de educación y sociedad que queríamos tener. Es cierto que el realismo político no imponía otra agenda. La existencia de un escenario poco proclive a los cambios nos llevó a no enfrentar, la tensión discursiva: la persistencia histórica del Estado Docente versus el legado pinochetista.

Pero el realismo político vino de la mano de la “revolución pingüina”. La legitimidad social y política alcanzada por sus demandas creó un escenario en donde hablar de “limitaciones del modelo”, de cambios estructurales y urgentes, de terminar con reformas “bálsamos” (que aminoran las dolencias pero no curan la enfermedad); en fin, una realidad política nueva en donde es posible diseñar una nueva institucionalidad educacional, democrática, en donde el Estado, además, cuenta con los recursos adecuados para invertir en el futuro de todos los hijos de este país.

La Presidenta Bachelet ha asumido su rol histórico en este proceso y está creando una institucionalidad que requiere del apoyo de todos, del mismo apoyo que se dio a la movilización de los jóvenes hace un año atrás.

Pero, además del apoyo requiere de la contribución activa de todos, especialmente en las definiciones respecto a qué calidad queremos, cuál es la utilidad que para los alumnos tendrá haber pasado por 12 años mínimos de estudios, en fin, quien define y renueva los parámetros de calidad.

Claro está para nosotros que la resolución de estas preguntas no solucionará la tensión histórica presente en el debate público; quizás si hasta arroje un modelo nuevo, que recoja las ventajas de uno y de otro discurso ideológico; pero esa es una tarea de todos.

Los estudiantes vociferaron lo imperativo de esta tarea, la sociedad en su conjunto legitimó este grito desesperado; el Gobierno ha enviado propuestas que implican una decisión de cambio; es la hora de los parlamentarios y de todos los que nos sentimos representados por ellos, para evacuar una nueva forma de entender nuestra educación, una fórmula que permita hacer una historia diferente.

(*) Fotografìa de Juan Pedro Catepillán

Santiago 27 de Mayo de 2007

viernes, 25 de mayo de 2007

Algo de Historia de la Educación


La Educación en el discurso fundacional de la República

La formación del Estado nacional en Chile
[1], como en la mayoría de las nuevas naciones hispanoamericanas, está asociada al contexto histórico en que se produjo. Lo anterior implica estar en medio de un periodo de grandes transformaciones, en donde el eje de explicación de la realidad pasó de una visión tradicional a otra moderna[2].

La legitimación del poder, antes asentada en reglas consuetudinarias, se obtiene por medio de repúblicas que se gobiernan por medio de normativas mecánicas generadas de la soberanía popular. Las nuevas repúblicas, por tanto, se sustentan en las naciones que legitiman los Estados que se justifican, precisamente, por las naciones que los originan.

En esta nueva lógica de poder, y en medio de una dinámica revolucionaria que en América implicó la independencia de los imperios, el Estado que surge posee grandes poderes, acordes a los desafíos de transformación que implica la instalación de la nueva sociedad moderna.

En el caso de Chile el novel discurso legitimante tardó poco en centrarse en la construcción de la Nación y en ver a la Educación como instrumento vital del mismo proceso
[3]. La resolución temprana de las pugnas de poder intra élite criolla y la cohesión social al interior de la misma, permitió la instalación de un consenso ideológico respecto a la construcción de la nueva república[4].

La realidad educacional recibida de la colonia daba cuenta de una red de establecimientos de “educación primaria” dependientes de la Iglesia Católica y los Cabildos. De escasa cobertura, centrada en contenidos morales religiosos y exclusiva para niños y jóvenes hombres. El aprendizaje de las niñas se reducía a labores domésticas entregado en el seno del hogar o en instituciones eclesiásticas, como los conventos para las jovencitas de cierta posición social.

Para los adolescentes, a fines del siglo XVIII, se creó en Santiago el Convictorio Carolino, primer establecimiento orientado a la formación técnica. Jóvenes de la élite criolla podían acceder a las aulas de la Universidad de San Felipe, que funcionó entre 1757 y 1839
[5].

Aunque en la primera etapa independentista los gobiernos tuvieron como prioridad los aspectos militares su discurso ilustrado y liberal los llevó a enunciar iniciativas coherentes con este pensamiento. Desde la creación del Instituto Nacional (1811) y los posteriores Liceos de Provincia que se fundaron a partir de él, se potenció una educación secundaria muy debilitada en tiempos de la Colonia. En el reglamento de 1813 se instauró una serie de nuevas exigencias a los maestros que daban cuenta del menor poder regulador moral de la Iglesia Católica. El Director O’Higgins incorporó el método lancasteriano, innovando en metodologías y contenidos. Se permitió la creación de publicaciones e informativos; se creó la Biblioteca Nacional y en 1819 se da inicio a la primera “institucionalidad educacional” con la creación del cargo de “Protector General de Escuelas”.

La autoridad política expresaba con estas medidas, muchas de las cuales sólo vivieron el impulso inicial, la consolidación de un modelo ideológico imperante que centraba sus esfuerzos en la Educación como la principal herramienta de cambio.

Unido a este “plan ideológico” debe colocarse la dirección de una élite que unió sus intereses de clase a una fraseología que hablaba de transformaciones. Produciéndose así un cambio político “rápido” con un correlato social “lento”
[6]. Con todo, la segunda mitad del siglo XIX se caracteriza por la irrupción de nuevos discursos, demandas y sectores sociales, que irrumpen frente a un orden liberal construido desde el Estado, principalmente por la Educación. La asociación entre plan político y Educación, entonces, tiene un inicio auspicioso, en nuestra historia tal alianza se intentará replicar más adelante.



[1] La literatura existente identifica este periodo, con algunas disidencias, al tiempo transcurrido entre los inicios de la lucha de Independencia (1810) hasta la instalación del Gobierno de José Joaquín Prieto (1831-1841).
[2] Algunos autores chilenos, de corrientes conservadoras, aunque admiten el uso de una fraseología de cambio en el proceso independentista, destacan la persistencia de la tradición (hablando de una especie de restauración) como sello de la nueva nación. Por lo que para ellos la dicotomía “tradición y modernidad” no sería válida. Para ello ver obras de Mario Góngora, Jaime Eyzaguirre, Alberto Edwards, entre otros.
[3] Puede encontrarse un visión renovada de la escuela liberal clásica de historiadores chilenos en: “Independencia de Chile: Tradición, Modernidad y Mito”, Madrid 1992 y “La Idea de Nación en el Pensamiento Liberal Chileno del siglo XIX” Opciones N° 9, CERC, Mayo-Septiembre 1986 ambas de A. Jocelyn-Holt L.. “Historia de las Ideas y de la Cultura en Chile” Tomo I. Bernardo Subercaseaux Edit. Universitaria 1997.
[4] A las lecturas tradicionales que este proceso tiene agréguese la contenida en “Historia Contemporánea de Chile I. Estado, legitimidad, ciudadanía”, G. Salazar y J. Pinto LOM 1999. Que, aunque difiere de la naturaleza de la resolución de diferencias al interior de la élite, reafirma la cohesión discursiva alcanzada por este sector social que dirigió el proceso de construcción del Estado y la Nación.
[5] Para ver aspectos de la realidad educacional en el cambio del sistema monárquico al republicano veáse: “Universidad y Nación. Chile en el siglo XIX” Sol Serrano. Edit. Universitaria 1994.
[6] La literatura historiográfica de las últimas décadas coincide en identificar el siglo XIX Chileno de esta manera. Hay discrepancia en torno a si los acuerdos políticos basados en los intereses de una clase no eran sino mecanismos de negociación para retrasar los cambios sociales o los acuerdos tuvieron resultados inesperados que provocaron la construcción de nuevos sectores sociales.

jueves, 10 de mayo de 2007

Feria Chilena del Libro

Les informo que a partir de hoy el libro "Ingenuos, Soñadores y Liberales" se encuentra a la venta en los locales de la Feria Chilena del Libro. Agradeceré difundir esta noticia. Los locales que esta empresa tiene son los siguientes:


Local Huérfanos 623 Santiago Centro
Jefe Ventas : Sr. Mario Banda - Luis Quezada
Mail : huérfanos@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 15 - 345 83 16
Local Nueva York 3 Santiago Centro
Jefe Ventas : Sr. Eduardo Jara
Mail : nuevayork@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 40


Local Agustinas 859 Santiago Centro
Jefe Ventas : Sr. José Luis Maluenda
Mail : agustinas@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 42
Local Drugstore (Galería Drugstore 7-8) Providencia
Jefe Ventas : Sr. Carolina Campos
Mail : drugstore@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 44

Local Magdalena 50 Providencia
Jefe Ventas : Sra. Cristian Flores
Mail : magdalena@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 46
Local Isidora Goyenechea 3162 Las Condes
Jefe Ventas : Sr. Carlos Díaz
Mail : isidora@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 54
Local Mall Parque Arauco local 117 Las Condes
Jefe Ventas : Sr. Ricardo Albornoz
Mail : parque.arauco@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 78
Local Mall Alto las Condes local 2104 Las Condes
Jefe Ventas : Sr. Eric Maxwell
Mail : altolascondes@feriachilenadellibro.cl
Fono: 345 83 72
Local Mall La Dehesa local 2034 Lo Barnechea
Jefe Ventas : Sr. Carlos Cid
Mail : ladehesa@feriachilenadellibro.cl
Fonos: 216 18 86 - 216 15 82
Local Mall Florida Center Av. Vicuña Mackenna 6100 local 2025 La Florida
Jefe Ventas : Sr. Julio Suil
Mail : florida.center@feriachilenadellibro.cl
Fonos: 294 54 37 - 294 54 55
Local Mall Marina Arauco local 108 Viña del Mar
Jefe Ventas : Sr. Cristian Rivera
Mail : marina@feriachilenadellibro.cl
Fono: (32) 38 22 67
Local Viña Centro Calle Quinta # 156 Local 14-15 Viña del Mar
Jefe Ventas : Sr. Luis Cisterna
Mail : vina@feriachilenadellibro.cl
Fono: (32) 68 30 93
Local Puerto Montt, Calle Illapel # 10 Local 217 Puerto Montt
Jefe Ventas : Sra. Alejandra Espinosa
Mail : puertomontt@feriachilenadellibro.cl
Fono: (65) 34 18 59

miércoles, 9 de mayo de 2007

2° Presentación Libro "Ingenuos, soñadores y liberales"

Ayer, 08 de mayo de 2007, a las 21:00 Hrs., realicé la segunda presentación del libro indicado ante la Filial Wallenberg, de la B'nai B'rith de la comunidad judía de Chile.
Luego de la exposición, acompañada de una presentación en power point, se dió paso a una interesante ronda de preguntas respecto a la temática del libro y a la coyuntura política nacional.
Agradezco a los asistentes que vieron una contribución en este texto y reconocieran el valor testimonial e histórico del mismo. Muchos de ellos desconocían los pormenores del proceso de nacimiento y muerte del Partido Liberal y reflexionaron sobre el sistema y la cultura política a partir de las razones del fracaso de ese proyecto político.
Había especial curiosidad por conocer los alcances de la situación de crisis por la que atraviesa el conglomerado de gobierno, el surgimiento de liderazgos "díscolos" y las posibilidades de manejo gubernamental frente a estos fenómenos.
Hubo también una pregunta relacionada con la viabilidad de "Chile Primero" (perdón, pero no puedo dejar de comentar el parecido de este nombre con el lema del Partido Nacional: "Chile está primero"); movimiento dado a conocer hace un tiempo por los ex-PPD Jorge Schaulsohn y Fernando Flores; haciendo un parangón con la experiencia de los liberales al interior de la Concertación. Justamente porque ese movimiento se planteaba como una alternativa al margen de los grandes conglomerados políticos.
Mi respuesta estuvo basada en la experiencia, indicando las dificultades que existen para hacer política al margen de los bloques y las dudas respecto a la necesidad de existir de una propuesta de esta naturaleza. También aludí a la realidad política, señalando que el retiro de estos personeros del PPD no había implicado una merma importante a las filas de este partido, muchos de sus seguidores continúan en él; ello da señales respecto a la viabilidad política de este intento y del entusiasmo que ocasiona.
Agradezco al Presidente de la Filial Wallenberg, Harry Awner, por la gentil invitación y a todos los que manifestaron interés en discutir temas que nos les son, necesariamente, cercanos.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Educación: Estudiantes y Profesores ¿Dónde están?



Transcurrido un tiempo del envío del proyecto de Ley General del Educación (LGE) al parlamento, por parte de la Presidenta de la República, se ha sentido una notoria ausencia del mundo social en la discusión de la iniciativa.

La “Revolución Pingüina” ha sido, con creces, la movilización social más importante desde el regreso a la democracia. La respuesta pública a esta movilización, la LGE, por lo mismo, es la iniciativa gubernamental que más legitimidad social debiera tener. Sin embargo, ello no se nota.

Efectivamente, el proyecto, que contiene importantes demandas del “bloque social” de educación, ha sido defendido hasta ahora mayoritariamente por el Gobierno. Los estudiantes y los gremios de la educación, excepto algunas aisladas reacciones, guardan un silencio comunicacional que no se condice con la fuerza expresada en las movilizaciones de 2006.

A un país tan desmemoriado siempre es necesario recordarle las cosas.

El movimiento tuvo su inicio entre los secundarios, apareció, entonces, como una escalada más, con olor a desorden y disturbio. Con el tiempo vinieron las tomas de los liceos y las capuchas se guardaron para mostrar los decididos rostros de jóvenes que ya no apuntaban a las demandas inmediatistas, como el pase escolar o los costos de la PSU, no, ahora se pedían cambios mayores: la derogación de la LOCE.

Nuestra experiencia nos recomendaba no guardar muchas expectativas por el futuro y duración del movimiento. El excesivo voluntarismo y la pretensión desmedida los llevaría al desgaste; las cosas, sin embargo, fueron diferentes.

Los estudiantes desalojaron las calles y la violencia callejera, que tanto entusiasma a nuestro periodismo gráfico, desapareció de escena. Empezaron a ser cubiertas las acciones pacíficas y novedosas, fueron mostradas las ingeniosas pancartas, apareció la alegría juvenil de la mano del arte y las canciones. Se habló de movilización seria y responsable, de autodisciplina al interior de los colegios, se destacó el nivel de organización y expresión de las asambleas de estudiantes, en fin. Los secundarios habían roto el cerco informativo y ponían en el centro de la discusión sus “desmesuradas” demandas.

Luego se sumaron unos impávidos estudiantes universitarios, sorprendidos porque sus “hermanos menores” les estaban enseñando como movilizarse. También los profesores, los padres y apoderados y los “especialistas y expertos en educación”, etc.

Estábamos frente a un movimiento social legitimado y sólido en cuanto a discurso. La respuesta de la Presidenta marcó el fin del mismo, vinieron los devaneos, las renuncias, el desgaste final del movimiento. Pero las cosas ya estaban hechas, aunque con cierto recelo, la opinión pública siguió el funcionamiento del Consejo Asesor Presidencial de Educación y respaldó su trabajo. Se informó de sus resultados y, en abril pasado, la Presidenta Bachelet anunció el nuevo proyecto que reforma la LOCE en aspectos sustanciales.

La suspicacia de los estudiantes y profesores los llevó, los días previos al anuncio, a anunciar nuevas movilizaciones si era necesario. Luego de ello, prácticamente, se sumergieron.

Bien y entonces ¿quién salió al ruedo?. La derecha y los intereses económicos “afectados” con la propuesta del ejecutivo. Allí se ha centrado el debate.

¿Y el grupo social que originó esta movilización?. ¿Creen que basta con enviar un proyecto para conseguir su aprobación?.

Ahora viene la etapa más difícil, los tiempos de discusión en el parlamento ponen en riesgo la aprobación de la misma. Más aún cuando muchas de las normas requieren de altos quórum de aprobación.

La ausencia de quienes dieron legitimidad, social y política, a las demandas que la Presidenta interpretó con esta iniciativa, complota contra el éxito de la misma y el éxito, finalmente, de la movilización más importante de las últimas décadas.

Mejor hacen algo, o la “Revolución Pingüina” no será más que una anécdota …con la que se chocheará en unas décadas más.