miércoles, 20 de octubre de 2010

¿Hasta cuando pedimos disculpas por haber sido Gobierno?

Al principio, debo confesar, no fue sino algo, una frase, que me obligó a levantar la ceja, escuchar y callar. Será algo pasajero, pensé. Pero con el tiempo, ya con seis meses de oposición, admito que el mea culpa concertacionista ha superado todos mis umbrales de tolerancia.

O sea, es lógico y esperable que tras una derrota electoral el bloque marginado del poder se detenga a reflexionar sobre las razones de su debacle. Sinceramente, no esperaba que muchas cosas nuevas salieran de este ejercicio. Desde razones inmediatas como la sospechosa forma de elegir el candidato del bloque, los 20 años en el poder, la carencia de renovación y discursos, hasta la pérdida de ganas de retener el poder, en fin, pero ese simple ejercicio intelectual ha derivado en un estado de ánimo autodestructivo, francamente, intolerante.

De un tiempo a esta parte los medios y los actores políticos concertacionistas han repetido, con majadería, la pregunta ¿y por qué no lo hicimos (hicieron) en los 20 que fuimos (fueron) Gobierno? Se instaló cierta lógica del “reconocimiento” en las filas de la oposición y en el Gobierno se saca punta al lápiz sin límites frente a esta situación.

A la desazón concertacionista debe agregarse, mérito en ello, una acertada estrategia gubernamental inaugurada el 21 de mayo. Esto es la presentación de iniciativas “propias” del mundo progresista, como el 7% de los jubilados, el alza de impuestos, la apertura a discutir el fuero maternal, en fin, el impulso de materias que persiguen desperfilar a Sebastián Piñera como un Presidente para la derecha y los empresarios, mostrando una coalición por el cambio que avanza hacia un centro abandonado por la Democracia Cristiana.

Hoy por hoy estamos frente a un escenario en donde oposición y Gobierno manejan discursos diferentes a sus orígenes. Una Concertación que arruga la nariz frente a la obra de sus administraciones y un Gobierno que intenta implementar medidas diferentes a las prioridades de su tradicional electorado. Nadie es quien parece ser, caretas y señales confusas y contradictorias, en fin.

Desde nuestra perspectiva el ejercicio auto flagelante en las filas concertacionistas ha llevado a una práctica que raya en la exageración. Digo yo: ¿hasta cuando pedimos disculpas por haber sido Gobierno?.

Lo hemos dicho hasta el cansancio respecto al Gobierno de Piñera, otra cosa es con guitarra. Pero hemos olvidado que para quienes fuimos Gobierno por 20 años aquello también rigió. Gobernar es un ejercicio que lleva implícito el realismo, la prudencia y la transacción. Cada uno de nuestros programas de Gobierno indicó explícitamente lo que queríamos para Chile, en la gestión cotidiana los Gobierno debieron acomodar esas intenciones programáticas al realismo del poder. ¿Ello es renunciar a la palabra empeñada? O, acaso, ¿abandonar nuestras banderas?. No, simplemente es gobernar, así de simple.

¿Nos equivocamos en algo? Sin duda y en muchas cosas. Lo primero es que nos distanciamos de la ciudadanía y no sólo dejamos de escucharlos, sino que también dejamos de explicarles nuestros problemas. Las cosas por su nombre a la derecha le salió gratis su persistente bloqueo legislativo a nuestras iniciativas progresistas. Además, en el último tiempo ni siquiera hicimos el intento de “sacarlos al pizarrón” con proyectos de ley que los mostrara tal como son. Por ejemplo, uno de los intentos más progresistas se concretó con la presentación de la Ley General de Educación que en su texto original ponía fin al lucro en educación. El trámite parlamentario y las presiones de la derecha engendraron otra cosa. ¿quién paga el costo de aquello?, pues bien los Gobiernos de la Concertación.

Pero lo de estos días, las declaraciones de perdón concertacionista no dan cuenta de estos procesos, no explican el rol de la derecha antes de ser Gobierno, amurrados bajamos la cabeza, levantamos los hombros y avalamos que “nada hicimos en todo este tiempo”, en fin.

El Gobierno de Piñera ha tenido una tremenda contribución en asentar su estrategia, esto es toda ventaja es la nueva forma de gobernar y todo problema en la gestión ha sido heredado. En realidad no había que ser muy lúcido para adivinar la estrategia del nuevo Gobierno, lo curioso es la ingenuidad del mundo concertacionista para hacer de comparsa en este guión.

Baste poner las cosas en su justa medida. Otra situación lamentable ha surgido respecto a la aplicación de la Ley contra conductas terroristas a la etnia mapuche. Estos días hemos sido testigo de desgarradoras declaraciones que “reconocen” nuestro error. Y la derecha, digámoslo coloquialmente, se ha subido por el chorro, agregando que la problemática mapuche no sólo la dejamos de herencia, sino que la provocamos. Es cierto que el tema es complejo, pero los dirigentes de la Concertación más allá de haber ayudado a instalar esta tesis, rasgando vestiduras por la invocación de esa ley, debieron indicar que “alguien” era oposición antes del 11 de marzo pasado, que no sólo impidieron las reformas que hoy se discuten en el Congreso, sino que criticaron la pasividad del Gobierno frente al “caos y desgobierno” de la Araucanía.

Por otro lado, en más del 80% de los casos la invocación de esta normativa fue hecha por el Ministerio Público, por lo que no existe una voluntad premeditada y comprobable del Gobierno anterior respecto a su aplicación. En varios casos, incluso la inicial convicción de conductas terroristas en la zona se diluyó en el curso de la investigación y el Gobierno desistió la solicitud de identificar conductas terroristas.

Pero, lejos de situar las cosas en su lugar, mostrando errores y aciertos con la misma fuerza, los dirigentes concertacionistas se han enredado en dar explicaciones culposas que validan la estrategia gubernamental.

Es de esperar que el tiempo pase rápido que nuestro rol de oposición vaya tomando forma y que dejemos de pedir disculpas por haber sido Gobierno.

Publicado en Redacción.cl el 12 de octubre de 2010

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